James Vanderbilt, guionista de 'Zodiac', dirige un filme sobre el proceso que cambió las normas del derecho internacional y que cuenta con Russell Crowe como Hermann GöringKathryn Bigelow: “Las armas nucleares no protegen a nadie, no son una medida defensiva inteligente” Steve McQueen, el director de 12 años de esclavitud, afrontaba el año pasado su primera película con la II Guerra Mundial de fondo. Lo hacía en Blitz, donde abordaba los bombardeos que sufrió su ciudad, Londres, y cómo hasta en una guerra hay una cuestión de clase y raza que hace que los negros, los pobres y los que viven en los márgenes sufran incluso más que el resto. Al preguntarle por qué volver a la Guerra Mundial no dudaba. Decía que toda generación tiene la responsabilidad de volver al conflicto para aprender de lo que ocurrió y no volver a repetir aquellos errores. El director James Vanderbilt parece haber escuchado aquellas declaraciones, aunque niegue haberlo hecho y lleve 13 años escribiendo el guion de Nuremberg, adaptación de El nazi y el psiquiatra, de Jack El-Hai, cuyo estreno en Argentina esta previsto para marzo del año próximo. Un libro que buceaba en la enfermiza relación que se forja entre el psicólogo Douglas Kelly, al que interpreta Rami Malek, y el nazi Hermann Göring, al que da vida de forma portentosa Russell Crowe. Lo leyó cuando no era ni siquiera un libro, apenas tenía seis páginas y lo tuvo claro: “Fue la vez que más rápido dije que sí a algo en mi vida”. Le fascinaba ese hombre que intentaba entender, e incluso diagnosticar, qué les pasaba a los nazis para que cometieran semejantes atrocidades. Lo que ha logrado es un thriller clásico, un duelo interpretativo que converge en aquel juicio que cambió la historia. Por primera vez se juzgó a personas concretas por crímenes de guerra y contra la humanidad, sentando las bases del derecho penal internacional, creando el concepto de crímenes de “lesa humanidad” y sentando un precedente fundamental: a partir de ese momento nadie podía escudarse en que “seguía órdenes” para cometer crímenes.  A Vanderbilt, que es el responsable del guion de uno de los mejores thrillers del siglo XXI, Zodiac, la historia también le tocaba de forma directa. “Mis dos abuelos lucharon en la Segunda Guerra Mundial y, por suerte, ambos regresaron. Por tanto, siempre ha sido un tema importante para mí. Tengo amigos que perdieron a sus familiares en los campos de concentración. Y, sin embargo, cuando hablo con mis hijos sobre ello, es como hablarles de la Revolución Americana. Lo sienten como algo muy lejano. Así que creo que revivir el pasado y contarlo de una manera emotiva que conmueva me interesó. Era oportuno hace 13 años, pero lamentablemente es un tema actual ahora y lo será en el futuro. Nuestro objetivo como cineastas siempre es intentar hacer algo que perdure, y eso es lo que queríamos con esta película”, explica el director. Vanderbilt explicita la pertinencia de su película en un epílogo que advierte que los dictadores del futuro pueden ser elegidos democráticamente y vestir de traje, en una referencia clara a Donald Trump, nombre que evita citar en las entrevistas. “La mejor manera de responder a esto creo que lo maravilloso de las películas es que podemos involucrarnos en cosas que creemos que son importantes. David Fincher me dijo una vez que las buenas películas te hacen preguntas. Las malas películas te dan todas las respuestas. Y me encanta esa idea. Y también me encanta que cuando lanzamos la película al mundo, les pertenece a ellos. Así que, lo que la gente entienda de ella ya no depende de nosotros. La conversación sobre el arte siempre es algo bueno”, zanja. Como muestra el filme, el ejército de EE.UU. no estaba, a priori, a favor de involucrarse en lo que posteriormente terminaron siendo los juicios de Nuremberg. “En el ejército pensaban que juzgar a hombres por seguir órdenes era la peor idea que habían oído nunca. Si sentaba ese precedente podía ser usado contra ellos en el futuro. Fue algo sin precedentes, y fue importantísimo que se hiciera”, explica Vanderbilt sobre la importancia histórica y como pendió de un hilo el que se llevara a cabo. David Fincher me dijo una vez que las buenas películas te hacen preguntas. Las malas películas te dan todas las respuestas James Vanderbilt — Cineasta A su juicio, fue el triunfo de la justicia. “Si se les hubiera matado hubiera sido un acto de venganza, pero al ser juzgados fue un acto de justicia. Pero también era un riesgo porque, ¿qué hubiera pasado si hubieran ganado el juicio, si no se los hubiera podido condenar? Además, fue importante porque hubo una cooperación bastante activa entre diferentes países que no colaboraban en otros aspectos. Por ejemplo, EEUU y Rusia ya estaban espiándose entre ellos, centrados en sus luchas. Empezaba la Guerra Fría”, añade. De alguna forma Nuremberg y Zodiac tienen algo en común, y es que ambas terminan convirtiéndose en relatos sobre la obsesión. James Vanderbilt se ríe cuando se lo mencionan y reconoce que está “obsesionado con la obsesión y con la naturaleza del mal”. “Zodiac también trataba sobre un hombre que se obsesiona intentando responder a una pregunta que quizá no pueda. Y, consiga o no salir de ahí, pierde a su familia y casi se pierde a sí mismo. En esta película, no quiero hacer espóileres, esta obsesión tiene un gran efecto en el Doctor Kelly. Me atraen las películas con temas como ese. Probablemente, más de lo que debería, pero no siempre podemos elegir lo que nos fascina”, subraya. Todo con forma de thriller, porque lo que sí tenía claro es que no ve muchas películas que “parece que te sermonean durante dos horas o te señalan algo con el dedo”. Por ello intentó remitir a los referentes del cine que le influyó de joven, como JFK o Apolo 13, “películas que eran muy serias, pero también emocionantes y entretenidas para asimilar toda la información sobre lo que pasó realmente, pero también emocionarte con esos personajes”.  James Vanderbilt, guionista de 'Zodiac', dirige un filme sobre el proceso que cambió las normas del derecho internacional y que cuenta con Russell Crowe como Hermann GöringKathryn Bigelow: “Las armas nucleares no protegen a nadie, no son una medida defensiva inteligente” Steve McQueen, el director de 12 años de esclavitud, afrontaba el año pasado su primera película con la II Guerra Mundial de fondo. Lo hacía en Blitz, donde abordaba los bombardeos que sufrió su ciudad, Londres, y cómo hasta en una guerra hay una cuestión de clase y raza que hace que los negros, los pobres y los que viven en los márgenes sufran incluso más que el resto. Al preguntarle por qué volver a la Guerra Mundial no dudaba. Decía que toda generación tiene la responsabilidad de volver al conflicto para aprender de lo que ocurrió y no volver a repetir aquellos errores. El director James Vanderbilt parece haber escuchado aquellas declaraciones, aunque niegue haberlo hecho y lleve 13 años escribiendo el guion de Nuremberg, adaptación de El nazi y el psiquiatra, de Jack El-Hai, cuyo estreno en Argentina esta previsto para marzo del año próximo. Un libro que buceaba en la enfermiza relación que se forja entre el psicólogo Douglas Kelly, al que interpreta Rami Malek, y el nazi Hermann Göring, al que da vida de forma portentosa Russell Crowe. Lo leyó cuando no era ni siquiera un libro, apenas tenía seis páginas y lo tuvo claro: “Fue la vez que más rápido dije que sí a algo en mi vida”. Le fascinaba ese hombre que intentaba entender, e incluso diagnosticar, qué les pasaba a los nazis para que cometieran semejantes atrocidades. Lo que ha logrado es un thriller clásico, un duelo interpretativo que converge en aquel juicio que cambió la historia. Por primera vez se juzgó a personas concretas por crímenes de guerra y contra la humanidad, sentando las bases del derecho penal internacional, creando el concepto de crímenes de “lesa humanidad” y sentando un precedente fundamental: a partir de ese momento nadie podía escudarse en que “seguía órdenes” para cometer crímenes.  A Vanderbilt, que es el responsable del guion de uno de los mejores thrillers del siglo XXI, Zodiac, la historia también le tocaba de forma directa. “Mis dos abuelos lucharon en la Segunda Guerra Mundial y, por suerte, ambos regresaron. Por tanto, siempre ha sido un tema importante para mí. Tengo amigos que perdieron a sus familiares en los campos de concentración. Y, sin embargo, cuando hablo con mis hijos sobre ello, es como hablarles de la Revolución Americana. Lo sienten como algo muy lejano. Así que creo que revivir el pasado y contarlo de una manera emotiva que conmueva me interesó. Era oportuno hace 13 años, pero lamentablemente es un tema actual ahora y lo será en el futuro. Nuestro objetivo como cineastas siempre es intentar hacer algo que perdure, y eso es lo que queríamos con esta película”, explica el director. Vanderbilt explicita la pertinencia de su película en un epílogo que advierte que los dictadores del futuro pueden ser elegidos democráticamente y vestir de traje, en una referencia clara a Donald Trump, nombre que evita citar en las entrevistas. “La mejor manera de responder a esto creo que lo maravilloso de las películas es que podemos involucrarnos en cosas que creemos que son importantes. David Fincher me dijo una vez que las buenas películas te hacen preguntas. Las malas películas te dan todas las respuestas. Y me encanta esa idea. Y también me encanta que cuando lanzamos la película al mundo, les pertenece a ellos. Así que, lo que la gente entienda de ella ya no depende de nosotros. La conversación sobre el arte siempre es algo bueno”, zanja. Como muestra el filme, el ejército de EE.UU. no estaba, a priori, a favor de involucrarse en lo que posteriormente terminaron siendo los juicios de Nuremberg. “En el ejército pensaban que juzgar a hombres por seguir órdenes era la peor idea que habían oído nunca. Si sentaba ese precedente podía ser usado contra ellos en el futuro. Fue algo sin precedentes, y fue importantísimo que se hiciera”, explica Vanderbilt sobre la importancia histórica y como pendió de un hilo el que se llevara a cabo. David Fincher me dijo una vez que las buenas películas te hacen preguntas. Las malas películas te dan todas las respuestas James Vanderbilt — Cineasta A su juicio, fue el triunfo de la justicia. “Si se les hubiera matado hubiera sido un acto de venganza, pero al ser juzgados fue un acto de justicia. Pero también era un riesgo porque, ¿qué hubiera pasado si hubieran ganado el juicio, si no se los hubiera podido condenar? Además, fue importante porque hubo una cooperación bastante activa entre diferentes países que no colaboraban en otros aspectos. Por ejemplo, EEUU y Rusia ya estaban espiándose entre ellos, centrados en sus luchas. Empezaba la Guerra Fría”, añade. De alguna forma Nuremberg y Zodiac tienen algo en común, y es que ambas terminan convirtiéndose en relatos sobre la obsesión. James Vanderbilt se ríe cuando se lo mencionan y reconoce que está “obsesionado con la obsesión y con la naturaleza del mal”. “Zodiac también trataba sobre un hombre que se obsesiona intentando responder a una pregunta que quizá no pueda. Y, consiga o no salir de ahí, pierde a su familia y casi se pierde a sí mismo. En esta película, no quiero hacer espóileres, esta obsesión tiene un gran efecto en el Doctor Kelly. Me atraen las películas con temas como ese. Probablemente, más de lo que debería, pero no siempre podemos elegir lo que nos fascina”, subraya. Todo con forma de thriller, porque lo que sí tenía claro es que no ve muchas películas que “parece que te sermonean durante dos horas o te señalan algo con el dedo”. Por ello intentó remitir a los referentes del cine que le influyó de joven, como JFK o Apolo 13, “películas que eran muy serias, pero también emocionantes y entretenidas para asimilar toda la información sobre lo que pasó realmente, pero también emocionarte con esos personajes”. 

‘Nuremberg’, la película sobre los juicios a la cúpula nazi que es “desgraciadamente actual y lo será en el futuro”

2025/12/07 11:02

Steve McQueen, el director de 12 años de esclavitud, afrontaba el año pasado su primera película con la II Guerra Mundial de fondo. Lo hacía en Blitz, donde abordaba los bombardeos que sufrió su ciudad, Londres, y cómo hasta en una guerra hay una cuestión de clase y raza que hace que los negros, los pobres y los que viven en los márgenes sufran incluso más que el resto. Al preguntarle por qué volver a la Guerra Mundial no dudaba. Decía que toda generación tiene la responsabilidad de volver al conflicto para aprender de lo que ocurrió y no volver a repetir aquellos errores.

Lucrecia Martel: “La gente que abraza las verdades eternas va a ser la más fácil de engañar”

El director James Vanderbilt parece haber escuchado aquellas declaraciones, aunque niegue haberlo hecho y lleve 13 años escribiendo el guion de Nuremberg, adaptación de El nazi y el psiquiatra, de Jack El-Hai, cuyo estreno en Argentina esta previsto para marzo del año próximo. Un libro que buceaba en la enfermiza relación que se forja entre el psicólogo Douglas Kelly, al que interpreta Rami Malek, y el nazi Hermann Göring, al que da vida de forma portentosa Russell Crowe. Lo leyó cuando no era ni siquiera un libro, apenas tenía seis páginas y lo tuvo claro: “Fue la vez que más rápido dije que sí a algo en mi vida”. Le fascinaba ese hombre que intentaba entender, e incluso diagnosticar, qué les pasaba a los nazis para que cometieran semejantes atrocidades.

Lo que ha logrado es un thriller clásico, un duelo interpretativo que converge en aquel juicio que cambió la historia. Por primera vez se juzgó a personas concretas por crímenes de guerra y contra la humanidad, sentando las bases del derecho penal internacional, creando el concepto de crímenes de “lesa humanidad” y sentando un precedente fundamental: a partir de ese momento nadie podía escudarse en que “seguía órdenes” para cometer crímenes. 

A Vanderbilt, que es el responsable del guion de uno de los mejores thrillers del siglo XXI, Zodiac, la historia también le tocaba de forma directa. “Mis dos abuelos lucharon en la Segunda Guerra Mundial y, por suerte, ambos regresaron. Por tanto, siempre ha sido un tema importante para mí. Tengo amigos que perdieron a sus familiares en los campos de concentración. Y, sin embargo, cuando hablo con mis hijos sobre ello, es como hablarles de la Revolución Americana. Lo sienten como algo muy lejano. Así que creo que revivir el pasado y contarlo de una manera emotiva que conmueva me interesó. Era oportuno hace 13 años, pero lamentablemente es un tema actual ahora y lo será en el futuro. Nuestro objetivo como cineastas siempre es intentar hacer algo que perdure, y eso es lo que queríamos con esta película”, explica el director.

Vanderbilt explicita la pertinencia de su película en un epílogo que advierte que los dictadores del futuro pueden ser elegidos democráticamente y vestir de traje, en una referencia clara a Donald Trump, nombre que evita citar en las entrevistas. “La mejor manera de responder a esto creo que lo maravilloso de las películas es que podemos involucrarnos en cosas que creemos que son importantes. David Fincher me dijo una vez que las buenas películas te hacen preguntas. Las malas películas te dan todas las respuestas. Y me encanta esa idea. Y también me encanta que cuando lanzamos la película al mundo, les pertenece a ellos. Así que, lo que la gente entienda de ella ya no depende de nosotros. La conversación sobre el arte siempre es algo bueno”, zanja.

Como muestra el filme, el ejército de EE.UU. no estaba, a priori, a favor de involucrarse en lo que posteriormente terminaron siendo los juicios de Nuremberg. “En el ejército pensaban que juzgar a hombres por seguir órdenes era la peor idea que habían oído nunca. Si sentaba ese precedente podía ser usado contra ellos en el futuro. Fue algo sin precedentes, y fue importantísimo que se hiciera”, explica Vanderbilt sobre la importancia histórica y como pendió de un hilo el que se llevara a cabo.

A su juicio, fue el triunfo de la justicia. “Si se les hubiera matado hubiera sido un acto de venganza, pero al ser juzgados fue un acto de justicia. Pero también era un riesgo porque, ¿qué hubiera pasado si hubieran ganado el juicio, si no se los hubiera podido condenar? Además, fue importante porque hubo una cooperación bastante activa entre diferentes países que no colaboraban en otros aspectos. Por ejemplo, EEUU y Rusia ya estaban espiándose entre ellos, centrados en sus luchas. Empezaba la Guerra Fría”, añade.

De alguna forma Nuremberg y Zodiac tienen algo en común, y es que ambas terminan convirtiéndose en relatos sobre la obsesión. James Vanderbilt se ríe cuando se lo mencionan y reconoce que está “obsesionado con la obsesión y con la naturaleza del mal”. “Zodiac también trataba sobre un hombre que se obsesiona intentando responder a una pregunta que quizá no pueda. Y, consiga o no salir de ahí, pierde a su familia y casi se pierde a sí mismo. En esta película, no quiero hacer espóileres, esta obsesión tiene un gran efecto en el Doctor Kelly. Me atraen las películas con temas como ese. Probablemente, más de lo que debería, pero no siempre podemos elegir lo que nos fascina”, subraya.

Kathryn Bigelow: “Las armas nucleares no protegen a nadie, no son una medida defensiva inteligente”

Todo con forma de thriller, porque lo que sí tenía claro es que no ve muchas películas que “parece que te sermonean durante dos horas o te señalan algo con el dedo”. Por ello intentó remitir a los referentes del cine que le influyó de joven, como JFK o Apolo 13, “películas que eran muy serias, pero también emocionantes y entretenidas para asimilar toda la información sobre lo que pasó realmente, pero también emocionarte con esos personajes”. 

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Ojalá

Ojalá

Desde hace algunos años se ha formulado una pregunta que se diluye con rapidez cuando la realidad termina por imponer sus signos que, sin duda, van mucho más allá de cualquier bandera política. Un cuestionamiento que apunta directamente a lo que, como sociedad, hemos dejado de hacer para permitir que los gobiernos en turno actúen con la displicencia que sólo la impunidad y el cinismo permiten. ¿En dónde radica esa permisividad o, quizá, esa indiferencia que se constituye como el motor que anima el actuar de la cortesilla política que se distingue en nuestro país? La respuesta tiene muchas aristas que nos deberían alejar de conclusiones basadas en observaciones llenas de simplonería, prejuicios y miopía. Lo importante es subrayar que esas respuestas las conocen muy bien quienes hoy se constituyen como los engranajes del poder. Saben y entienden que su retórica, que sus discursos perfectamente estudiados han sabido apuntar a la sensibilidad de una sociedad que, a fin de cuentas, padeció décadas de injusticia, corrupción, injusticia y el cinismo de una caterva de políticos que definieron la historia de nuestro país durante más de 70 años. Palabras que hallan terreno fértil en la frustración y el enojo, en la rabia que implicaron gobiernos que, en la mayoría de los casos, sólo buscaron satisfacer sus propios intereses: no es gratuito percatarse que la red de corrupción que hoy se sigue observando en el actual gobierno es producto de un fino trabajo llevado a cabo durante décadas. Vaya que la caricatura de carácter político, con sus críticas y señalamientos puntuales, nos regaló el retrato de quienes protagonizaron semejante calamidad: políticos corruptos, “charrismo” sindical, chapulines, nepotismo en todos los niveles de gobierno, compadrazgos, autoritarismo, paternalismo y el más acendrado presidencialismo. Pura y simple caricatura. Así, las preguntas iniciales se acentúan cuando nos llegamos a percatar que esa estructura es la misma –aunque más aceitada y afinada– que sostiene al actual gobierno y a su predecesor. Quizá son más poderosas la costumbre y la indiferencia que exigir aquello que nos permita dignificar el vínculo con nuestras y nuestros gobernantes. Quizá haya sido suficiente con incendiar la retórica maniquea y consolidar los alcances de los programas sociales en los momentos más oportunos. Y, sin embargo, ojalá fuera suficiente con lanzar consignas al por mayor, ondear banderas sindicales y denostar a cualquier tipo de crítica para que la realidad, en automático, fuera distinta. En efecto, no faltara quien pueda argumentar que en tan sólo siete años podría cambiar el rostro del país. No obstante, esas eran las promesas que se formularon hace casi ocho años. Más allá de las felices interpretaciones estadísticas, lo que se llega a observar es que es más importante el discurso, el que enciende las pasiones e inflama la retórica, que la exigencia de, por ejemplo, un trato digno, oportuno y eficaz en todas las unidades de salud del país o que se cubran las necesidades de medicamentos para enfermedades como el cáncer. Sólo por colocar en la mesa un ejemplo que tenemos muy de cerca y del cual pareciera que esa terrible situación fuera lo más normal posible. Sí, preguntas iniciales que hablan mucho acerca de la sociedad que hemos llegado a constituir y, por supuesto, de la cortesilla política que ha definido el devenir de nuestra historia como país. Ojalá hubiera sido suficiente creer en figuras de un bronce oxidado. Ojalá todo se limitara a lanzar consignas en los mítines. Ojalá todo fuera tan elemental como un acto de fe para que la realidad tomara otro derrotero, un camino de justicia, paz y desarrollo. Sin embargo, sabemos que al elenco protagónico del poder sólo se han sumado nuevos nombres e historias que dejarían perplejo a cualquiera que entendiera lo que es la legalidad. Pero no nos quedemos en la epidermis: las preguntas incluyen a una oposición cifrada en partidos políticos inoperantes, cómodos testigos y silentes cómplices. A fin de cuentas, no es raro observar que son como el hábitat más adecuado para el crecimiento de los oportunos chapulines, esos bichitos que entienden muy bien en dónde se encuentra la posibilidad de la riqueza personal. Y, sin embargo, creer que en la misma sociedad no existen las opciones para generar diferentes respuestas ante las preguntas iniciales es invalidar esa libertad que tanto trabajo costó obtener y defender. El trabajo y las decisiones están delante de nosotras y nosotros.   Columnista: Carlos CarranzaImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0
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