Competir en el Rally del Golfo al Pacífico siempre implica precisión, resistencia y estrategia. Pero hacerlo en un vehículo eléctrico cambió por completo las reCompetir en el Rally del Golfo al Pacífico siempre implica precisión, resistencia y estrategia. Pero hacerlo en un vehículo eléctrico cambió por completo las re

Un vehículo eléctrico cambió para siempre las reglas del rally.

El Rally del Golfo al Pacífico no es una carrera común. Es un ejercicio extremo de concentración, donde la velocidad importa menos que la exactitud, y donde cada segundo ganado o perdido puede redefinir el resultado final. Durante días, piloto y copiloto deben sincronizarse con el camino, con los instrumentos y entre sí, siguiendo promedios precisos y tomando decisiones constantes bajo presión. En ese contexto, participar con un vehículo eléctrico no solo era inusual: era un desafío que nunca antes se había asumido en este evento.

Se trata de nuestro quinto año consecutivo corriendo este famoso rally de regularidad, donde en ocasiones anteriores hemos logrado ganar el Rally Acapulco y quedar, como mejor, en segundo lugar, general y líderes de nuestra categoría. Sin embargo, participar este año iba más allá de la complejidad natural de este tipo de categorías de deporte motor federado en México, agregando un ingrediente sin precedentes: electricidad.

Desde el inicio, el planteamiento fue distinto. No se trataba únicamente de completar el recorrido, sino de demostrar que un auto eléctrico podía competir —y ganar— en un rally de regularidad. La planeación previa fue clave: estudiar rutas, anticipar consumos, definir puntos de carga y entender cómo adaptar la estrategia del rally a una mecánica completamente diferente a la combustión. El Hyundai Ioniq 5 se convirtió en una especie de laboratorio rodante, donde cada decisión tenía consecuencias directas en el resultado.

El rally comenzó con traslados largos entre Ciudad de México y Guadalajara, horas al volante y una constante gestión de energía, incluyendo dos paradas de carga rápida en estaciones de carretera de Evergo a 150 kW, lo que significó detenciones de entre 20 minutos y media hora para poder tener la batería completa y seguir manejando a buenos ritmos en carretera. Llegar a la cede donde arrancábamos fue relativamente fácil, comprobando, una vez más, que la creciente infraestructura de carga carretera en México ya posibilita varias rutas en vehículos eléctricos. Esto se complementa con una autonomía real en el Ioniq 5 de cerca de 570 km en ciudad, y cerca de 480 km en carretera, más que suficiente para muchos viajes cercanos y con apenas una carga para llegar a Guadalajara o Monterrey desde la capital.

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Arrancando el Rally, todo cambió, ahí comenzamos a depender de los cargadores de destino, aun así suficientes entre nuestra buena autonomía y las distancias de competición.

La experiencia dentro del auto contrasta con la de otros a gasolina: silencio, ausencia de vibraciones y una sensación de fluidez que ayudó a mantener la concentración durante tramos extensos. La cabina se transformó rápidamente en un centro de operaciones, lleno de cronómetros, hojas de ruta, dispositivos y referencias visuales. Aquí, más que manejar rápido, se trataba de ejecutar con precisión.

Acelerar al inicio de cada etapa de regularidad es mucho más fácil en un eléctrico como nuestro Ioniq 5, pues gracias el buen par motor, llegar a la velocidad indicada en cada etapa por el organizador sucedía en menos metros de lo normal, permitiéndonos regular nuestro ritmo mucho más pronto que con un auto a gasolina.

Sin embargo, no todo fue perfecto. Hubo errores, momentos de frustración y decisiones equivocadas que pusieron en riesgo la competencia. Seguir al coche incorrecto, perder una referencia clave o llegar fuera de tiempo a un control es suficiente para comprometer el resultado en una de las etapas. En un rally de regularidad, esos fallos pesan más que cualquier problema mecánico. Sin embargo, la capacidad de corregir, reajustar el ritmo y mantener la calma, nos permitió regresar a la competencia cuando parecía que todo estaba perdido.

Conforme avanzaron las jornadas, el enfoque se volvió más fino. Entendimos mejor cómo aprovechar la precisión del vehículo eléctrico, cómo leer con mayor exactitud las velocidades reales y cómo sostener promedios constantes. La entrega inmediata de potencia, la estabilidad y el bajo centro de gravedad jugaron a favor en tramos donde la exactitud era más importante que la velocidad pura. El auto dejó de ser una incógnita y pasó a ser un aliado. Incluso en zonas de curvas muy cerradas y velocidades un tanto superiores a su trazado neutral, el Ioniq 5 se mantuvo pegado al asfalto. Aunque reconocemos que nos hubiera encantado correr en el Ioniq 5 N, su hermano deportivo, los más de 320 hp y el mejor rango resultaron más que ideales para este tipo de competiciones.

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El rally también puso a prueba la logística fuera del camino. Cargar un vehículo eléctrico en un evento tradicional no estaba contemplado en el reglamento original, lo que obligó a resolver sobre la marcha, coordinar tiempos y adaptarse a la infraestructura disponible. Cada carga era parte de la estrategia, no un simple trámite. El éxito dependía tanto de lo que ocurría en el camino como de lo que pasaba cuando el auto estaba detenido. En ese proceso, el equipo aprendió a leer el tiempo de otra manera: no en revoluciones ni en consumo instantáneo, sino en eficiencia real y constancia.

Hubo tramos particularmente exigentes, no por la dificultad del camino, sino por la presión acumulada. Mantener la concentración durante horas, gestionar la fatiga y confiar en cálculos previos se volvió tan importante como seguir la hoja de ruta. En ese sentido, el silencio del eléctrico jugó un papel inesperado: redujo el estrés, facilitó la comunicación dentro del auto y permitió una lectura más clara del entorno. Pequeños detalles que, sumados, terminaron siendo determinantes.

Al final de la competencia, después de dos días en carrera, el resultado superó cualquier expectativa. Obtuvimos el primer lugar en la categoría de Turismos Modernos y, de forma aún más contundente, primer lugar absoluto del rally con cerca de 100 puntos menos que el segundo lugar, eso considerando que sumamos 30 puntos adicionales por una breve perdida que nos hizo llegar casi un minuto tarde al arranque de una etapa en Colima.

Un hecho sin precedentes: por primera vez en la historia del automovilismo mexicano, un vehículo cien por ciento eléctrico ganó un rally de manera absoluta. No fue una victoria simbólica ni anecdótica, fue un triunfo real frente a autos de combustión, con reglas iguales y bajo las mismas exigencias.

Más allá del trofeo, el significado del resultado es profundo. Demuestra que la electrificación no solo es viable en el deporte motor, sino competitiva cuando el enfoque está en la inteligencia, la estrategia y la precisión. El Rally del Golfo al Pacífico en la Copa Manzanillo 2025 se convirtió, sin buscarlo, en el escenario de un cambio de paradigma.

El Hyundai Ioniq 5 no ganó por ser eléctrico, ganó porque permitió ejecutar una estrategia distinta, más precisa y más controlada. El rally no fue una prueba solo del auto, sino del equipo, de su capacidad de adaptación y de su confianza en una tecnología que todavía genera dudas en muchos entornos competitivos.

Esta edición del rally no solo coronó a un ganador, marcó un punto de inflexión. A partir de ahora, la historia del deporte motor en México ya incluye una página escrita en silencio, sin gasolina y con un resultado que marcó un antes y un después. No fue el futuro llegando: fue el presente imponiéndose en uno de los escenarios más exigentes del país.

RESULTADOS

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