"Él quería profundamente a su país, era profundamente argentino", dice Elisabetta Piqué del papa Francisco"Él quería profundamente a su país, era profundamente argentino", dice Elisabetta Piqué del papa Francisco

Elisabetta Piqué: “Harán falta generaciones para que la Argentina se dé cuenta del Papa inmenso que tuvo”

2025/12/20 18:00

En aquel museo inmaterial que atesora tantos recuerdos de ese vínculo cálido y férreo, hay una jornada feliz, un almuerzo de domingo, un verano de 2019. El menú especial diseñado por el anfitrión para agasajar a los comensales más jóvenes incluye milanesas con papas fritas y chocotorta. Es la excepcionalidad del sitio y de los actores lo que retrata esta escena y pinta una faceta de un hombre cuya muerte conmovió a millones de personas. El lugar del encuentro: la residencia Santa Marta, junto a la basílica de San Pedro, en el Vaticano; los agasajados: el matrimonio de Elisabetta Piqué y Gerard O’Connell y sus hijos Juan Pablo y Carolina. El anfitrión: el Papa Francisco. Amigos desde 2001, Francisco bautizó a los hijos de la pareja, a quien también casó.

El último Cónclave. La sorpresa final de Francisco: la elección del papa León XIV (Arpa) es el libro escrito a cuatro manos por dos de los máximos vaticanistas del mundo, por dos periodistas prestigiosos capaces de encontrar luz en los entresijos de la cúpula de la Iglesia Católica Apostólica Romana y de oficiar como guías de sus lectores por los laberintos de esta institución milenaria. Piqué es la autora del bestseller Francisco. Vida y revolución, incluso adaptado al cine.

Horacio Pagani. A los 27 años, el santafesino llegó a Italia con una carpa, dos bicicletas y un sueño; a los 70, fabrica autos de lujo a medida

Corresponsal del diario LA NACION y una de las más experimentadas corresponsales de guerra del mundo, autora de Diario de guerra. Apuntes de una corresponsal en el frente, sobre su experiencia en Irak y Afganistán. O’Connell es corresponsal en el Vaticano de America Magazine, erudito de renombre mundial en asuntos religiosos, y autor de The Election of the Pope Francis.

El último Cónclave comienza con el shock que ambos recibieron el pasado 21 de abril, cuando se confirmó la muerte del Papa. Y la crónica se extiende hasta el 18 de mayo, el día del inicio del pontificado de Robert Francis Prevost, León XIV, como sucesor de Francisco. El vértigo que se imprime en estas páginas, la cobertura de un acontecimiento histórico, es una lección de periodismo y también un homenaje a quien fuera su amigo y confidente.

Otra amiga, la periodista española Irene Hernández Velasco, con quienes compartieron la cobertura de este y otros cónclaves, impulsó a Piqué y a O’Connell a escribir este libro. “Ella nos puso en contacto con nuestro editor español. Tuve las primeras reuniones, vía Zoom, cuando estaba en Israel, cubriendo la Guerra de los Doce Días. Sonaban las sirenas y yo salía corriendo con la computadora hacia el refugio del hotel. Debían pensar que estaba loca”, cuenta Piqué.

León XIV recibió un ejemplar de

–Tuviste el privilegio de ser amiga de Francisco. ¿Cómo era él como amigo? ¿Era una amistad recíproca? Quiero decir: ¿ustedes le confiaban su vida e intimidad del mismo modo que él a ustedes?

–Ahora puedo hablar más libremente de lo increíble que fue tener de amigo a un Papa. En esos 12 años y 39 días en los que Francisco fue Papa mantuvimos una reserva absoluta. Nosotros elegimos tener un perfil bajísimo. Nunca fui por ahí diciendo: “Soy amiga del Papa”. Y él, en cambio, era increíble y muy auténtico. A fines de 2014 invitó a Shimon Peres y a Mahmoud Abás (Abu Mazen), presidente de la Autoridad Nacional Palestina, a plantar un olivo y a una oración interreligiosa. Gerard y yo estábamos en un pool de periodistas ahí en los Jardines del Vaticano y el Papa nos ve y nos saluda, con una cara y un gesto fantásticos, y Peres y Abbu Mazen nos miraron como preguntándose: “¿Quiénes son estos dos?”. El Papa nunca ocultó que éramos amigos. Siguió siendo siempre el mismo. Estaba en Ucrania cuando empezó la guerra y fue consultado en una rueda de prensa al volver de un viaje por la situación: “Yo estoy informado por alguien de ustedes que no está acá: Elisabetta Piqué”, les dijo [Piqué publicó Cien días en Ucrania sobre su experiencia como corresponsal en esta guerra].

–¿Por qué el Papa no vino a la Argentina en doce años de Papado? ¿Tenía añoranza de la Argentina?

–Fue una asignatura pendiente. Es algo que él hubiera querido hacer. Y hubiera conquistado a todos, con su humildad y autenticidad, como pude ver que lograba hacer en todos los viajes internacionales que pude cubrir. Pero era muy difícil realizar un viaje a su tierra porque hubo una manipulación enorme desde el día cero, por cualquier cosa que dijera o no dijera. Manipulación e ignorancia. También como periodistas creo que debemos hacer autocrítica, porque los periodistas sacaban frases de contexto. “Esto lo dijo por Cristina”, “es un Papa peronista”, “es un Papa kirchnerista”. Él quería profundamente a su país, era profundamente argentino. Muchas veces me tocaba ser la intérprete, incluso entre periodistas españoles, por sus porteñísimos: “¿Qué quiso decir con «balconear la vida»?”. Harán falta generaciones para que la Argentina se dé cuenta del Papa inmenso que tuvo. El gigante que fue. Era un Papa conocido en el mundo entero. Me acuerdo que cuando estábamos por despegar en el avión de uno de los últimos viajes de su pontificado, en Yakarta, en Indonesia, el país con mayor población musulmana del mundo, y miré por la ventanilla: una multitud de rodillas; le pedían que los bendijera.

–¿Cuán cerca estuvo Francisco de lograr el diaconato para las mujeres?

–Creó comisiones para que se analizara el tema y a inicios de diciembre recibió el papa León una síntesis con la conclusión de que hay que seguir estudiando el tema. Es un tema que en muchas partes del mundo no interesa y tampoco constituye un reclamo mayoritario en el mundo católico. Al papa Francisco le interesaba y respetaba profundamente a la mujer. En mi caso, sabiendo que tenía dos niños, alentaba mi profesión de periodista y de corresponsal de guerra. Nunca me dijo: “Quedate en casa a planchar camisas”.

–En el libro dan a entender que Francisco planeó cada detalle de su funeral.

–Sí, exactamente, y eso fue totalmente increíble. Él sentía que su cuerpo lo estaba dejando y planeó todo milimétricamente, incluso el auto que trasladó el féretro. Fue trasladado en un papamóvil blanco y no en un coche fúnebre negro. Eso significó una diferencia abismal. No quiero decir que era una fiesta, pero cambió el tono del funeral. Recuerdo estar en directo en la CNN con Anderson Cooper y me pregunta: “¿Pero pensás que esto fue una idea del Papa?”. Le respondí que sí, sin lugar a dudas, y después lo confirmé.

–Imagino cuán complejo debe haber sido cubrir no solo el funeral del Papa, sino el funeral de un amigo.

–Yo me puse la misma coraza que me pongo en las coberturas de guerra. Pero en cierto modo Gerard y yo estábamos “contentos” de que se hubiera ido de esa forma: pudo despedirse en Pascuas. Y se fue apoteóticamente y no tuvo la agonía de Juan Pablo II que me tocó cubrir, una agonía de varios años en los que todos sabían que no era él quien gobernaba.

Los periodistas Elisabetta Piqué y Gerard O'Connell escribieron juntos

Un matemático en el Vaticano

El último Cónclave está construido casi como una novela contemporánea de detectives: el lector conoce el resultado, incluso la imagen de León XIV aparece en la portada, sabe cómo resultará la votación de los obispos, pero lo interesante es conocer cómo se va gestando, durante varias jornadas, la decisión. “León XIV tiene una forma distinta de ser a la de Francisco, pero, en la sustancia sigue su huella. Francisco no tenía celular, y León XIV, antes de ser papa, tenía cuenta de Twitter. Cuando recibe a los movimientos populares, vuelve a reclamar tierra, techo y trabajo”, analiza Piqué.

–Hay una cuestión muy interesante que plantean en el libro: la conciencia de que su cobertura sobre el cónclave puede influir en las decisiones del mismo, en los perfiles que publicaban vos y Gerard, sobre los papables, por ejemplo.

–Hice mi trabajo de la forma más honesta y responsable posible. Creo que estás aludiendo a esa famosa nota sobre los puntos débiles de Parolin [el cardenal Pietro Parolin era uno de los candidatos para suceder a Francisco]. Parolin me conoce, es una persona fantástica, pero me parece que había que decir que no era el candidato del Papa Francisco. Era vox populi entre los vaticanistas y me sorprendía que nadie lo dijera.

–Señalás en el libro que ni el propio Prevost pensaba que él fuese a ser elegido, por el hecho de ser estadounidense. Sin embargo, desde la primera jornada del cónclave quedó entre los favoritos. En el libro se plantea cómo Francisco fue digitando su camino, cómo le fue dando oportunidades a Prevost para que creciera en la jerarquía eclesiástica. Pero, ¿era el papa que Francisco quería como su sucesor?

–Ningún Papa dice: “Quiero que este sea mi sucesor”. Francisco no fue una excepción, pero en el subtítulo del libro aparece justamente la idea de que la elección de Prevost fue la sorpresa final que tenía guardada Francisco. Para bien o mal tuvo mucho que ver en la elección de este Papa. Los dos futuros papas se conocieron en 2006 cuando Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires y Prevost, superior de los Agustinos. Prevost tampoco pensó que Francisco lo iba a hacer obispo, porque habían tenido un entredicho, pero conociéndolo a Francisco, a él le debe haber gustado que alguien le dijera las cosas en la cara. Le gustaba la honestidad y no el adulador. Hay muchas señales de que, más allá de que Francisco lo nombró obispo prefecto del Dicasterio para los Obispos y cardenal, Prevost, a quien veía todos los sábados, era una persona que estimaba mucho, dueño de una gran capacidad para resolver problemas. Es evidente que había un grupo de cardenales que lo había identificado ya como candidato. No fue una sorpresa para nosotros, pero la pregunta era si iban a votar a un norteamericano.

–¿Qué señales ha dado León XIV de ser un “papa anti-Trump”, como algunos medios lo señalan?

–No creo que haya sido elegido en clave anti-Trump para nada. Lo eligieron porque vieron que era la persona justa, el Papa misionero, el Papa pastor, el Papa con experiencia para manejar situaciones complicadas y con experiencia global por ser durante dos mandatos el jefe de los agustinos. Ya pasaron siete meses desde que fue elegido y, de modo muy diplomático y cauto, él hizo saber muy claramente que está en contra de la política migratoria de Trump, por ejemplo, o de su negacionismo en cuanto al cuidado del medio ambiente. El otro día, al volver del viaje a Turquía y El Líbano, me tocó a mí hacerle la pregunta sobre Venezuela. Sin mencionar a Trump, contestó que evidentemente no estaba de acuerdo con la forma, con esta amenaza de operación militar o invasión que está asumiendo Estados Unidos. En una de las últimas cartas del papa Francisco a los obispos americanos, se condena la política de deportación, y sabemos que fue impulsada por el cardenal Prevost.

De manos de Elisabetta Piqué, el papa León XIV recibe un ejemplar

–El libro señala el vínculo entre León XIV y la Argentina, un país al que ha viajado muchas veces. ¿Es posible la visita del Papa a la Argentina?

–Sí, también se lo pregunté en el último viaje. Estos dos viajes que quedaron pendientes a Francisco, a la Argentina y a Uruguay, los va a hacer León XIV. No se sabe todavía si en la segunda mitad del año próximo o en el 2027.

–En un escenario de polaridad en la Iglesia, ¿cuán fuerte es este Papa para capear los temporales?

–No hay que olvidarse de que es un matemático, es un canonista, es muy metódico y pragmático. Y por eso creo que está muy preparado. Vivimos en un mundo polarizado y esa polarización se refleja, lamentablemente, también en la Iglesia, en las redes sociales. Algunos periodistas dicen que es el “Papa invisible”. Es cierto que no da los titulares que daba Francisco, pero en un mundo en llamas como en el que estamos viviendo eso quizás es lo que hace falta.

–Si vos, experta en geopolítica, asegurás que estamos “en llamas”, la situación es alarmante. ¿Puede el Papa tener algún tipo de injerencia en conflictos de gran magnitud?

–El Papa es una autoridad moral mundial, y sabemos que la diplomacia del Vaticano es una de las más antiguas del mundo, trabaja siempre detrás de bambalinas. Claro, el Vaticano es un poder espiritual, pero igual tiene influencia. El Papa le volvió a decir a Volodimir Zelenski, a quien ya recibió tres veces —lo cual es una señal— que las puertas del Vaticano están abiertas para que los dos enemigos se encuentren y dialoguen. El Vaticano tiene relaciones con más de 180 países, es decir, es un soft power con mucha influencia.

–En tu vida profesional conviven la guerra, en tu tarea como corresponsal, y la fe, en tu labor con vaticanista, dos universos tan fértiles, tan vastos, donde movés con tanta seguridad y tan complejos. ¿Son contradictorios?

–Te diría que no. Siempre fui corresponsal de guerra y una corresponsal itinerante. Cuando me envían a Roma en 1999 no había terminado de alquilar donde iba a vivir y me fui a Kosovo a cubrir la guerra. Cuando en 2014 fue elegido Francisco, me decían: “¿No vas a ir más a la guerra?”. Y yo respondía: “La guerra está acá, en el Vaticano”. Como dice una amiga, la vida me alcanzó y eligieron un Papa argentino. A la fuerza me volví vaticanista, pero lo mío siempre fueron las coberturas en territorio de guerra, como puede llegar a haber, claro, en otra forma, en el Vaticano...

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