Cuando empecé mi vida profesional y familiar, a los 21 años, tenía un ingreso muy limitado. Apenas me alcanzaba para mis gastos del mes. Eso me obligaba a planear detalladamente los gastos irregulares del año y tratar de “empatarlos” en la medida de lo posible con mis ingresos irregulares, como el aguinaldo (entre otros).Cuando empecé mi vida profesional y familiar, a los 21 años, tenía un ingreso muy limitado. Apenas me alcanzaba para mis gastos del mes. Eso me obligaba a planear detalladamente los gastos irregulares del año y tratar de “empatarlos” en la medida de lo posible con mis ingresos irregulares, como el aguinaldo (entre otros).

No te gastes tu aguinaldo desde antes

2025/12/10 08:00

Cuando empecé mi vida profesional y familiar, a los 21 años, tenía un ingreso muy limitado. Apenas me alcanzaba para mis gastos del mes. Eso me obligaba a planear detalladamente los gastos irregulares del año y tratar de “empatarlos” en la medida de lo posible con mis ingresos irregulares, como el aguinaldo (entre otros).

Eso significa que cuando llegaba, ese aguinaldo ya estaba prácticamente gastado. Ya lo había contemplado, meses antes de recibirlo. En ese sentido, no era un ingreso adicional y no lo podía ocupar para comprar regalos, darme un gusto o simplemente para invertir y construir un mejor futuro para mi familia.

Esto fue cambiando poco a poco, porque mis ingresos fueron creciendo y esto me permitió mayor holgura y flexibilidad. Pero no fue de inmediato: la costumbre me hacía repetir lo que antes me había funcionado. No conocía una mejor manera, hasta que empecé a aprender la metodología del plan de gastos que, como he contado, transformó por completo mi vida financiera.

Dejé de “forzarme” a un presupuesto y empecé a manejar mi gasto con intención, empezando por las cosas que eran más importantes para mí.

Como he explicado varias veces en este espacio, una de las reglas del plan de gastos es precisamente contemplar los gastos que no ocurren cada mes (irregulares). Así, con mis ingresos, empecé a asignar una cantidad pequeña, mes a mes, para que cuando se presentaran, los pudiese enfrentar sin problemas.

Mis ingresos futuros (aguinaldo, fondo de ahorro, prima vacacional y potenciales bonos) dejaron de formar parte de mi “planeación” y se convirtieron en verdaderos ingresos adicionales, que no estaban comprometidos y que por lo tanto, podría asignar libremente, en el momento de recibirlos, hacia lo que es más importante para mí.

Eso hace una enorme diferencia. Pero hay que vivirlo para realmente entenderlo.

Desafortunadamente, mucha gente se gasta su aguinaldo meses antes de recibirlo. He sido testigo de personas que se van de vacaciones en verano, toman un crédito y piensan liquidarlo una vez que reciban ese ingreso en el mes de diciembre. Muchos otros se lo acaban durante el “Buen Fin” que se suele extender hasta el “Black Friday” (incluso gastan mucho más de lo que recibirán, pero claro, a meses sin intereses).

Todo ingreso que se gasta (o se contempla para pagar algo) desde antes de que uno lo recibe, resta flexibilidad y mantiene nuestra situación financiera apretada.

En cambio, cuando el aguinaldo llega como un ingreso verdaderamente adicional, al recibirlo uno tiene total libertad de decidir cómo lo quiere utilizar. Se nos abre todo un abanico de opciones y de oportunidades.

En mi caso particular, a lo largo de los años he utilizado el aguinaldo para muchas cosas. Cuando tenía hipoteca, buena parte de él lo destinaba a hacer un abono a capital y ahorrarme un montón de intereses (además de reducir el plazo restante). En otras ocasiones, lo he destinado a ahorro para el retiro. Pero también lo he usado para acercarme más rápido a una meta (por ejemplo un viaje) e incluso para lo que es: enfrentar ciertos gastos propios de la época.

Todo esto con mi esposa, siguiendo la metodología del plan de gastos que consiste, en principio, en responder una simple pregunta cada vez que uno recibe un ingreso: ¿Qué es lo que necesito y quiero que este dinero haga por mí, antes de que me vuelvan a pagar?

Hay personas que me han dicho que “gastar” (o planear cómo gastar) el aguinaldo desde muchos meses antes de recibirlo no es necesariamente malo y puede también considerarse que uno lo está gastando con intención. Es cierto, pero ¿qué pasaría si por alguna razón no lo recibes? Es un escenario que uno pocas veces imagina, pero que se puede dar.

Si por alguna razón pierdes tu trabajo, es probable que tu liquidación incluya parte proporcional del aguinaldo según los días trabajados, además de la indemnización de ley. Pero cuando tienes que usar parte de este dinero para cubrir compromisos previos (pagar lo que te gastaste desde antes), tu disponible se podría reducir considerablemente. En momentos donde estás presionado por colocarte nuevamente, esa falta de flexibilidad no es deseable ni conveniente.

Me costó muchos años entender la importancia de esta sencilla regla de un plan de gastos: no gastar dinero que uno no ha recibido. No comprometer ingresos futuros. Únicamente asignar el dinero que uno ya recibió, que uno tiene en mano.

Esto no significa que uno no pueda planear con anticipación. Claro que es posible. Pero muchas veces la vida nos tira bolas curvas y nos vemos obligados a cambiar el plan. Si ya lo gastaste, no lo tienes disponible para reasignar y para adaptarte.

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