Sin intención de jubilarse, Alejandro Gertz Manero declinó amablemente la invitación del candidato presidencial de Morena para hacer campaña en tierra. En 2018, Andrés Manuel López Obrador necesitaba todos los votos posibles y por eso invitó al rector de la Universidad de la Américas para ser el abanderado de la coalición izquierdista en la alcaldía Miguel Hidalgo.
Entonces, el doctor en derecho estaba por cumplir 80 años. En su extensa carrera, solo una vez había estado en una boleta electoral. Justo una década antes (2009), cuando llegó a San Lázaro cobijado por el entonces partido Convergencia, en el que era presidente del Consejo Consultivo.
Implacable en su ejercicio profesional, Gertz Manero respondió a la invitación del abanderado morenista con una contrapropuesta: integrar la terna para la nueva Fiscalía General de la República. Para ese cargo, AMLO tenía contemplado al exprocurador capitalino, Bernardo Bátiz.
El exsecretario de Seguridad Pública en la administración foxista y exdirigente convergente tuvo más respaldos entre las fuerzas políticas que Batiz –quien posteriormente sería propuesto por el Ejecutivo federal para ser ministro de la SCJN—y con su ratificación en el Senado de la República pudo construir un precedente casi irrepetible: ser el primer titular del nuevo organismo encargado de la seguridad pública (en el 2000) y tres sexenios después, ser el primer titular del órgano constitucional autónomo.
En el sexenio lopezobradorista ejerció su autonomía con fruición (…) hasta el caso Emilio Lozoya. En su convicción, la decisión presidencial de no proceder contra la cúpula peñista fue un punto de inflexión, pero sobre todo sus diferencias de criterios con el consejero jurídico de Palacio Nacional, Julio Scherer Ibarra, propiciaron un alejamiento.
La elección de Claudia Sheinbaum propició una nueva oportunidad para el fiscal. Pero en el primer tramo del segundo piso de la Cuarta Transformación sus diferencias con personajes relevantes del gabinete y legisladores de la coalición gobernante obligaron a abreviar su estancia como ministerio público de la Federación, en medio de una reyerta mediática que forzó la intervención tajante e inapelable de Palacio Nacional.
Fiel a su estilo espartano —corre todas las mañanas, sin falta, y nunca se le vio en un restaurante, entre algunos pormenores destacables— Gertz Manero finalmente atendió las instrucciones superiores. Irá como representante del gobierno de Claudia Sheinbaum a un “país amigo”. ¿A Berlín? ¿Y la embajada mexicana en Washington D.C.?
Desde septiembre pasado, en Palacio Nacional han buscado con denuedo un relevo para Esteban Moctezuma. El ajuste, explican, es necesario para encarar la renegociación del T-MEC.
Su primera opción, Diana Alarcón, ha decidido seguir entre Nueva York y la capital estadounidense y permanecerá al frente de la legación mexicana en el BID. La negativa de Rogelio Ramírez de la O para ser embajador ante el gobierno de Donald Trump fue irrebatible, pero su propuesta de reubicar a Jesús Seade tampoco prosperó.
La salida de Gertz Manero no solo impacta al cuerpo diplomático, sino que podría ser el inicio de un reacomodo en el equipo presidencial. Y es que antes de la ratificación del nuevo titular de la FGR, deberán cumplirse los plazos estipulados en el texto constitucional. Para efectos: el nuevo fiscal iniciará formalmente el primer día del 2026. Y entonces ocurrirá el esperado ajuste al gabinete, que podría seguir con un relevo en la Cancillería.


